En algunos
hogares es posible que las tortugas vivan en el jardín a su gusto. Pero en
otras, como en la mía, la presencia de otras mascotas como perros o gatos puede
ser muy peligrosa. Entonces, ante la necesidad de que la tortuga tenga contacto
con un ambiente natural y evitarle los peligros de ser lastimada, encontré dos
soluciones.
Una de ellas
fue colocarla dentro del que llamé un “corralito anti-perros”. Fue improvisado con una zaranda al revés y unos ladrillos para evitar que sea levantada.
Por más dulces y tranquilos que sean nuestros perros y/o gatos, NUNCA confíe en que no podrían hacer daño a la tortuga.
La otra solución que implementé fue dedicar tiempo a quedarme junto a mi tortuguita y, mientras cuido de que mi perra no se acerque, contemplo cómo mi pequeña mascota toma agua, desgarra la hierba, mira curiosa y camina por todas partes.
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